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Les conseqüències del Salvados: dos supermercats retiren els productes del Pozo

La reacció de l’empresa murciana: desvincular-se de la granja que va causar la polèmica

Els maldecaps no venen mai sols, com diu el refrany. Això deuen estar pensant a l’esglaó més alt de la companyia murciana El Pozo. Des de què Jordi Évole va emetre el seu programa, tot han sigut notícies negatives per ells. La última ha estat que dos supermercats Belgues han retirat els productes del Pozo dels seus supermercats. Delhaize i Colruyt s’han mostrat fulminants i han cancel·lat la col·laboració.

La reacció del Pozo no s’ha fet esperar i ja ha anunciat que cancel·la la seva col·laboració amb la granja Hermanos Carrasco, causant de la polèmica inicial. Jordi Évole va accedir-hi d’amagat i va mostrar les condicions en què es trobaven molts animals, fet que va despertar l’alerta ciutadana i mediàtica.

La reacció del Pozo, tanmateix, sembla presentar algunes incongruències. Inicialment havia afirmat que la  granja estava controlada i que es tractava d’una zona de recuperació per animals malalts. Ara, després de la decisió de la cadena belga, semblen assumir que alguna cosa no van fer bé amb el manteniment d’aquesta granja.

A més, des del Pozo també asseguren que des del mes d’octubre han millorat els seus protocols. Però la confiança de la marca ha quedat molt malmesa, i hi ha seriosos dubtes de si aquestes explicacions seran suficients per convèncer una opinió pública cada vegada més crítica amb aquest tipus de pràctiques

Saltando las vallas de la injusticia

Por mí se va, a la ciudad doliente;

por mí se va, al eternal tormento;

por mí se va, tras la maldita gente.

Canto III, Vestíbulo, La Cobardía, La Divina Comedia de Dante Alighieri

 

El domingo por la noche el equipo de Salvados cruzó una de las puertas del infierno. Un infierno de cemento, alhambre, suciedad. Un infierno diseñado y mantenido por el hombre. Un infierno tolerado por éste.

Saltaron la valla que separa físicamente este espacio de dolor del resto del mundo. Pero también saltaron la valla que les y nos separa emocionalmente.

La tarea del periodismo es mostrar la realidad del mundo, para que sea modificada cuando ésta sea injusta y cruel. Del mundo, no sólo de una pequeña parte de él.

La luz de la cámara enfoca en mitad de la oscuridad la mirada de otro ser, igual a mí en su derecho a vivir, al que reduzco a su peso en carne, a su peso en monedas. El micro de la cámara recoge sus gritos de terror y agonía. No hace falta hablar su idioma para traducir el mensaje de socorro.

Jordi Évole y todo su equipo nos han mostrado las miserias que esconde, o ni siquiera se esmera en esconder, el sector cárnico. Animales maltratados hasta su muerte. Trabajadores explotados y ninguneados. Ilegalidades toleradas que dan altos réditos a los que no se ensucian los zapatos.

Para aquél a quien la mirada del cerdo no le acabe de convencer, están también los datos. El 99% del cerdo es industrial. 7 millones de cerdos mueren en las granjas antes de llegar a los mataderos. La producción del 84% de los medicamentos en España va destinada a los animales de consumo. Se consumen 46 millones de cerdos al año. Existen 90.000 granjas de cerdos en España. Sólo 155 son ecológicas.

Números, números con muchos ceros. Cero, la importancia que la mayoría de las personas dan a la vida y bienestar de estos animales. De la mayoría de animales, incluida la especie humana.

“Son monstruos” exclama Évole en el interior de esa sala de la barbarie al contemplar algunos individuos deformes. No Jordi, aunque entiendo tu expresión, déjame que te corrija. Monstruos son los que los mantienen así, cautivos y moribundos.

Gracias compañeros, gracias por este reportaje. Mucho camino queda por delante, mucho. Pero el domingo por la noche, al entrar por las puertas del infierno no dejastéis fuera la esperanza.

Sílvia Esteve