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«El hombre es el animal más peligroso»

«Nunca podremos preservar todas las cosas buenas de la humanidad sin proteger también las cosas buenas pero no humanas: lo salvaje.» H.D. Thoreau

 

Nos encontramos con Tippi Degré después del visionado del documental El viaje de Unai proyectado en CosmoCaixa en motivo del Festival de Cine de Medio Ambiente. El film nos cuenta la preciosa experiencia que viven Unai, un niño de 9 años, y su familia al recorrer el mundo fotografiando animales.
Tippi, la responsable del Petit FICMA y cuya infancia transcurrió en Namibia, rodeada de naturaleza, se emociona al ver estas imágenes. La hacen regresar al lado de Abu, su amigo elefante, J&B ,el leopardo, y sus otros compañeros de aventuras. Y es que Tippi no sólo lleva África en el corazón, sino en su propio nombre. «Okanti» su segundo apelativo significa mangosta.
Ella no tenía una granja en África, como Isaak Dinesen, pero tuvo algo más importante: su infancia.

 

 Despues de ver la peli de Unai, ¿cómo te sientes?

 Me he enamorado del niño (ríe). Me he emocionado mucho, sobre todo viendo la relación que tiene con su hermana y la armonía que desprendía la familia, fuera el lugar que fuera en el que se encontrasen. Creo que Unai es un espíritu libre, como yo.

Yo era hija única, no pude compartir con otro hermano lo vivido. Al ver estas imágenes siento nostalgia. Sobre todo al recordar a mi padre, al que perdí en agosto.

El documental de Unai me da esperanza, al ver que otros niños disfrutan lo mismo que yo disfruté al conocer este tipo de vida. No soy la única: con él hay otro ejemplo a mostrar.

En el caso de Unai, vemos como él parte de occidente para ir a conocer otros países, culturas… De la «ciudad» hacia lo «salvaje». En tu caso es diferente, naciste en Namibia, rodeada de naturaleza y a los 10 años os trasladasteis a París…

El caso de Unai nos permite ver lo fácil que es para los niños adaptarse a la vida real, no existir por existir, sino vivir realmente la vida. Si hay amor, puedes hacerlo todo. La vida que ellos viven durante el viaje es como deberíamos vivir, la vida normal que deberíamos tener. Lo contrario es lo que no es normal.

Mi esperanza es que las futuras generaciones no deban escoger una cosa o la otra, sino que puedan conocer ambas, vivir ambas, amar ambas.

Quizá no deberíamos hablar de «cambiar» el mundo sino transformarlo, adaptarlo. Que pudieras combinar ambos mundos. No todo lo que nos ofrecen las ciudades es malo. Espero que se desarrolle el conocimiento suficiente para hacer compatibles ambas realidades en nuestro día a día. La ciudad nos aporta encuentros maravillosos entre los humanos y la naturaleza te hace ser quien realmente eres, aportándote paz y sabiduría.

Deberíamos ser una generación híbrida.

¿Cómo lo has hecho tú? ¿Cómo ha sido tu adaptación?

He luchado y sufrido mucho. Tampoco tuve elección. Volver ahora a tener ese tipo de vida libre sería un lujo, así que no he tenido más remedio que adaptarme a mis actuales circunstancias . Tenía que estudiar y empezar mi vida «normal» de adolescente.

Podría haber tenido esa vida ahí mismo, pero al separarse mis padres todo cambió. Así que no tuve otra opción. Si la hubiese tenido quizá me hubiera quedado allí.

Por otro lado estoy orgullosa de haber entendido los dos mundos y de poder tener esa visión más abierta y en modo «zoom out» de la situación. Agradecida también de haber podido tener esta vida y conocer todo lo que he conocido.

Debemos entender que no estamos solos y debemos dejar espacio para los otros: humanos, animales, plantas… todos los seres vivos y las criaturas del cosmos. Debemos convivir unidos.

A mi modo de verte, creo que eres como una embajadora de la naturaleza, de lo que queda de ella, pero que esta posición te ha convertido en parte en prisionera… Tienes ganas de volver a tener esa vida, pero sabes que aquí puedes defender mejor el mundo natural, tienes un objetivo…

Si ahora decidiese volver a Namibia yo sola, no serviría de mucho. Prefiero utilizar esa niña que fui y lo que viví para defender aquello que es más grande que yo. El objetivo es más importante que yo misma.

Mi intención es sensibilizar, ser parte de algo más grande. Crear mi propia fundación. Y transmitir este amor por la vida en general. Ir más allá. Más allá de la rabia y la pena, y sacar provecho de lo que aprendí.

Sí que es verdad que a veces sientes rabia y frustración, pero debes confiar y seguir luchando y creer que los humanos podemos cambiar, evolucionar. Aunque sepas que ese cambio puede llegar cuando tú ya no estés.

Todos tenemos un propósito que nos hace diferentes de los demás. Puedes hacer grandes cosas desde tus pequeñas acciones, siendo sincero y siendo tú mismo.

Hablando de comunicar… ¿Cómo lo hiciste para aprender a «comunicarte» con los niños de tu edad cuando volviste a París? Estabas acostumbrada a otro tipo de comunicación mucho más directa y sincera, con tu familia y tus animales…

Me sentí como una extraterrestre, pero como soy muy sociable lo manejé. Aunque había muchas cosas que no entendía, sobre todo la maldad de la gente. La poca coherencia de la personas. Supongo que es lo mismo para todos en el fondo, cuando cambiamos de ambiente.

Debes aprender a fiarte de tu instinto y también entender que no todo es blanco o negro. Lo importante es poder encontrar tu lugar en el mundo. Yo sufrí, y sufro mucho, porque no encontraba donde pertenecía o qué quería.

Dejas Namibia a los 10 años. Perdiste tu hogar y tu infancia en el mismo momento…

 No tuve tiempo de decir adiós. Todo fue demasiado rápido. No tuve mi tiempo de duelo por esa vida perdida. De hecho no he vuelto a sentir esa conexión que tuve con la naturaleza.

En ese momento perdí mi vida, no sabía quien era, no me ubicaba. Los otros niños no podían comprender bien mi situación, así que fui yo la que se adaptó. Cuando te enfrentas a tu lado más oscuro, a tus miedos, es cuando mejor puedes conocerte y saber también qué quieres hacer o qué no quieres hacer, lo que es realmente más fácil. Tambien sentir, ya no geográficamente sino más espiritualmente donde perteneces.

Cuando eres niño sigues tu instinto, vives el presente. Al crecer y mirar hacia atrás, al ser consciente de tu pasado, luchas contra tus miedos. Lo que viví fue un sueño, un sueño que terminó y nunca podré volver a vivirlo. Aunque volviera, yo soy diferente, el país es diferente, todo ha cambiado.

Pero volviste…

Si, unos años más tarde. Por trabajo. Pero no fue lo mismo. Quiero volver pero todavía no es el momento. Incluso te diría que tendría que ser un viaje que realizara sola.

Durante muchos años fui una persona muy negativa. De hecho, corté toda relación con la naturaleza, probablemente para evitarme el dolor, no podía encontrar el término medio, aunque estuviera en el campo.

Tenías un vínculo de amistad con tus animales. Estas relaciones eran únicas. No era sólo no estar con animales sino que perdiste a tus amigos…

Si, la relación con ellos es lo que perdí. Aunque he podido aprender a ver lo interesante en todas las especies. Una vaca no es menos interesante que un león, cada uno tiene su propia personalidad. Pero sí es verdad que ese tipo de relación que tuve con ellos no se ha vuelto a repetir. Es como con los humanos: puedes conocer muchos pero solo tener unos pocos amigos.

Ahora vivo en un apartamento en París, donde convivo con mis periquitos, aunque no me siento orgullosa de tenerlos en jaulas. Me encantaría convivir con un perro pero es muy difícil en mi ciudad. Si tengo la ocasión me encantaría residir en Barcelona, es una ciudad que me encanta y en la que me siento segura y cómoda. Creo que tiene cosas que me gustan mucho más que Francia. Sois mucho más empáticos, amables, sociables.

Hablando de ciudades, supongo que cuando regresaste de África a París, debiste sentirte como cuando un parisino va a África, ¿no? En el sentido en que lo que nosotros vemos peligroso para ti era lo normal…

(Ríe) Sí, totalmente, como cuando los aborígenes pisan la ciudad que dicen: «¡Estáis todos locos»! Ves los árboles metidos en cemento y piensas «¿qué es esto?»

¿Y a nivel higiénico?

La ciudad me parece muy sucia, soy muy maniática con los olores. Me encanta poder oler y en las ciudades esta posibilidad no existe. Quieres oir pájaros… Echo de menos ver el cielo… Me siento atrapada en el apartamento. Las calles me parecen tan estrechas… Debería ir más a los parques pero no hay tantos como aquí. De hecho, como te contaba, me encantaría vivir con un perro en mi ciudad pero, ¡¡¡están prohibidos en todas partes!!!

¿Cómo llevas la concepción del tiempo europea? El estar pendiente de unos horarios, de una agenda…

Me paso el día estresada. No por vivir en París, que ya es mi ciudad, sino más por el ritmo de vida. Me cansa y no es bueno para la mente. Algunas veces me rebelo. También me agota el hecho de tener que estar pendiente de estar bien con la gente. Soy muy sensible y me he sentido muy angustiada por intentar estar bien con todo el mundo. Cuando tienes este nivel de empatía es difícil lidiar con el resto de humanos. Pero debes aprender a moverte entre ellos, entre las personas peligrosas, como hice en mi tierra natal con los animales.

Tampoco creo que haya personas malvadas de nacimiento, es el miedo y el sufrimiento lo que las transforma. Estoy aprendiendo todavía a conocer al ser humano. Procuro no juzgar rápidamente y ver que no siempre tengo razón y que puede ser que me equivoque y sea yo la que deba rectificar.

La vida es esto, aprender, moverse, descubrir, equivocarse. He vivido muchas cosas en muy poco tiempo. A veces tengo la impresión de haberlo vivido todo, pero no es así.

Quizás ahora estamos aprendiendo, descubriendo en cierta manera, que los seres humanos no somos el centro del mundo, que somos un todo y no hay figuras más importantes que otras…

Correcto, estamos aprendiendo a tener en cuenta a todos los demás.

El Petit FICMA te permite estar en contacto con el mundo de los niños…

Sí, es muy especial. Los niños lo ponen todo al mismo nivel, no hay diferencias entre ellos y los animales, no hay superiores ni inferiores. Son más espontáneos, sinceros. Cuando creces, todo cambia: chocas con tu ego y los otros egos.

Los animales esto no lo tienen, pueden ser agresivos pero no malvados. En ellos puedes confiar, a diferencia de los humanos. Lo que al mismo tiempo te transforma a ti mismo, tienes miedo, quieres controlarlo todo.

Lo bueno de Petit FICMA es que es una actividad familiar, nos acercamos a los niños y a sus padres. Es un cambio que viven conjuntamente, desde el corazón.

¿Para ti es el humano la especie animal más difícil de conocer y de tratar?

 (Ríe) ¡Sí, es la más peligrosa! El ser humano es una especie con mucho miedo y eso le lleva a tener conductas muy peligrosas.

¿Cómo comunicas el amor hacia los animales? Sobre todo cuando intentamos visualizar los maltratos más comunes, como los que sufren los animales destinados al consumo…

Procuro no señalar a nadie. Intento ponerme en su piel y entender por qué están actuando como lo están haciendo. La mayoría de las veces suele ser falta de información. Así que nosotros, como mis compañeros de FICMA, debemos ser los mensajeros, los que transmitimos y enseñamos las realidades que desconocen otros.

El mensaje es importante pero lo que debemos intentar es que cale, llegue y se quede. La clave está en cómo transmitimos este mensaje para que perdure.

¿Cuáles son tus proyectos ahora?

Participo en diferentes asociaciones, según voy conociendo a gente y vamos trabajando juntos. Junto a otros compañeros he fundado AWA Animals, un proyecto educativo que pretende, vía las imágenes, concienciar sobre la sostenibilidad de nuestro planeta. También soy miembor de TAAC (The Animal Alliance Channel).

Estudié Cine y Audiovisuales, donde me especialicé en la parte técnica y luego he realizado más formaciones en diseño web. Creo que la clave de la comunicación se encuentra hoy en comunicar bien desde internet. Espero poder realizar documentales, pero todavía estoy preparándome. También quiero crear mi propia fundación. Debo encontrar mi momento y mis fuerzas. Es todo un proceso.

Mi vida de niña fue un regalo precioso y creo que de alguna manera el sufrimiento de perderla ha sido el precio a pagar por haberla vivido. Debo superar esa etapa y ver que el regalo que me hicieron mis padres lo puedo utilizar a mi favor para crear algo más grande.

Es el mensaje lo que quiero transmitir, no vender mi vida ni mi imagen. Lo que ellos me dieron, ese pasado en África, es lo que quiero utilizar para construir mi futuro. No me interesa que me conozcan a mí, sino lo que quiero explicar. Sólo así podré ayudar a crear ese futuro que una y respete ambos mundos.

 

Sílvia Esteve

Sólo protegemos lo que amamos y sólo amamos lo que conocemos

 

Necesito del mar porque me enseña:

no sé si aprendo música o conciencia:

no sé si es ola sola o ser profundo

o sólo ronca voz o deslumbrante

suposición de peces y navios.

El hecho es que hasta cuando estoy dormido

de algún modo magnético circulo

en la universidad del oleaje.

No son sólo las conchas trituradas

como si algún planeta tembloroso

participara paulatina muerte,

no, del fragmento reconstruyo el día,

de una racha de sal la estalactita

y de una cucharada el dios inmenso.

Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire,

incesante viento, agua y arena.

Parece poco para el hombre joven

que aquí llegó a vivir con sus incendios,

y sin embargo el pulso que subía

y bajaba a su abismo,

el frío del azul que crepitaba,

el desmoronamiento de la estrella,

el tierno desplegarse de la ola

despilfarrando nieve con la espuma,

el poder quieto, allí, determinado

como un trono de piedra en lo profundo,

substituyó el recinto en que crecían

tristeza terca, amontonando olvido,

y cambió bruscamente mi existencia:

  di mi adhesión al puro movimiento.

                                                         Pablo Neruda, El mar

 

 

Si Thoreau nos pedía volver al bosque, la familia Cousteau y todo el equipo del documental Las maravillas del mar, nos piden retornar, no tanto física, sino más bien emocionalmente, a la que fue y es la cuna de la vida.

Ficma, el Festival Internacional de Cine de Medio Ambiente, ha abierto su edición número 24 con este emotivo y bellísimo film. Dirigida por Jean-Michel Cousteau y producida por Arnold Schwarzenneger y los hermanos Mantello, Las Maravillas del Mar, nos lleva de viaje por los océanos de la mano de la dinastía Cousteau.

Fiji, Nassau, el Mar de Cortés en la baja California… son algunos de los lugares maravillosos a los que esta tripulación nos llevarán, surcando los mares en busca de belleza. O de lo que queda de ella, dado que en el mar cada vez hay más plástico que peces.

Todavía recuerdo cuando de pequeña veía los documentales de Jean-Jacques Cousteau. Cómo me maravillaban, cómo lograban transmitir esa sensación de amor por el mar, por los oceános, por sus animales. Gracias a sus obras fuimos cómplices de la vida que alberga el gran azul. De sus vidas.

«Sólo protegemos lo que amamos» decía el capitán del Calypso. «Sólo protegemos lo que amamos» repite su descendencia.

Y a medida que van fluyendo los fotogramas, nosotros, los espectadores, volvemos a enamorarnos de ese mar y a recordar que es nuestro deber protegerlo. Mirando absortos las imágenes en 3D de los «gusanos árbol de navidad», pienso, ¿podrán mis hijos seguir viviendo en un planeta con tal riqueza? No solo lo deseo y se lo dejo a la suerte, sino que me uno a la lucha por su derecho a existir.

Gusanos árbol de navidad

Mientras admiramos el movimiento de las anémonas, la danza de los tiburones, las batallas de los cangrejos pienso en la incongruencia de nuestra especie, capaces de imaginar dioses abstractos e incapaces de venerar a la naturaleza como a uno.

Una explosión de colores y formas nos inunda. Y las lágrimas, saladas como este mar que ahora me habla, no pueden sino caer. En un mismo momento somos conscientes de la existencia de la mayoría de estos seres y de su destrucción.

100 millones de tiburones son asesinados cada año. Miles de millones de residuos son vertidos en los oceános, flotas enteras persiguen a nuestros hermanos, clavando en su piel arpones de acero.

Hace ya mucho que declaramos la guerra a nuestro origen. A los bosques, al mar, hasta a los desiertos. Pero por suerte también declaramos la guerra a esta destrucción.

Una lucha construida desde la paz, desde el corazón. Una lucha cuyas armas son el conocimiento y el reconocimiento de lo que nos rodea. Donde lo más afilado son las palabras. Donde la puntería está en los buenos argumentos.

Pero a la sinrazón, a la intolerancia, a la rabia, a la destrucción no se las debe ganar, sino transformar. Sólo así seremos un único bando, el que lucha por la naturaleza, por todos sus seres.

Las imágenes de ese mundo que nos parece lejano y sumergido llegan hoy a nuestras pantallas, a nuestros hogares para decirnos que todavía están ahí, ¿pero hasta cuando? o como Jean-Michel Cousteau se pregunta en el documental al reencontrarse con los tiburones martillo «¿será esta la última vez?»  No, que sea la primera de muchas. Miremos al mar y como nos dice Neruda:

substituyamos el recinto en que crecían

tristeza terca, amontonando olvido,

y cambiemos bruscamente nuestra existencia:

demos nuestra adhesión al puro movimiento.

 

Sílvia Esteve

Hijos de la aurora

 

…Y despertarse. ¿Donde

mejor que entre arboledas junto a un lago?

«Renuévate a ti mismo cada día».

Aquel hombre lo entiende,

y la mañana es siempre edad heroica.

Una Odisea vaga por el aire

con un vigor perenne de frescura

frente a una flor que nunca se marchita.

Su Genio a cada uno

le pone ante el suceso memorable:

La vida que le asalta y le realza.

«Los poetas, los héroes

son hijos de la Aurora»,

y en torno al pensamiento así ya elástico

-bajo la luz del sol-

todo el día mantiene

transparencia temprana.

Hombre: con firme expectación de aurora

Retornemos al mundo. ¿No es gran arte

modificar la cualidad del día?

 

 Culto de la aurora (Al margen de Thoreau);  Homenaje de Jorge Guillén

 

» En mi casa tenía tres sillas: una para la soledad, dos para la amistad, tres para la compañía» nos dice Thoreau en Walden. Doscientos años después del nacimiento de este gran pensador Antonio Casado da Rocha, profesor de la Universidad del País Vasco, se sienta en cada una de estas tres sillas para hacernos volver a Walden. Casado quiere detener nuestros pasos, descansar nuestra fatigada y saturada mente e invitarnos a caminar de nuevo, a recorrer los bosques de Maine y los nuestros con una nueva forma de mirar y percibir.

En 1845 Henry David Thoreau abandona su ciudad de Concord para residir durante dos años, dos meses y dos días en una cabaña construida por él a orillas del lago Walden. Como el mismo autor explica en su libro, se tratará de un experimento, no de una huida.

Volver, pero no con la frente marchita, volver a casa, al hogar, con la mente abierta y los sentidos atentos. Volver, con los pasos, la mente y el corazón. Volver para poder ir. Dicen que para avanzar se necesitan dos pasos para atrás y uno para adelante. Dos pasos, dos años, dos meses y dos días.

El filósofo que camina. Thoreau es sobre todo un filósofo del camino y del caminar. Del movimiento y del reposo. Del fluir de la vida. De los ríos, montañas, árboles y animales. Su pensamiento no es pura teoría, no es un divagar abstracto y lejano. Thoreau nos habla del hoy, de ti y de mi. De nosotros, juntos, mundo, tierra. No hay humanidad separada de naturaleza. Somos un todo.

Y lo habíamos olvidado, o mejor quizás, nos lo habían hecho olvidar.

La Revolución Industrial, los nuevos avances técnicos y científicos, sus ideologías políticas y económicas pretendían separarse en este fin del XIX de su origen. Una separación que implicaba aniquilación y utilización. Esclavitud. Superioridad.

La casita de Thoreau, aunque con sus paredes, nos habla de lo que hay afuera. Su madera, reciclada y aprovechada de viejos árboles caídos, son una transición, no una barrera.

Habita en mi, parece susurrarle el campo al filósofo. Habita en mi pero no me destruyas. Edifica un futuro donde viva mi presente. Practica la filosofía, que no es nada más que una pequeña guía para resolver los problemas de la vida, no intentes tanto explicar el mundo como preservarlo. Pero sobre todo: vive.

«El camino de la filosofía nos saca del aula, nos lleva a la calle y al campo abierto, tal vez al bosque, tal vez a lo salvaje» reflexiona Casado da Rocha.

En las páginas de Walden, entre sus anotaciones de economía de la sobriedad, Thoreau nos habla de la verdadera riqueza. La que no se paga con monedas. La libertad, el tiempo, la naturaleza. «Cultiva el tiempo», «influye en la calidad del día», nos apela Thoreau.

Paso a paso, respiración tras respiración. Contemplando. Detente, escucha, observa. No solo estás tu. El mundo está vivo, lleno de otros yoes. Y no son humanos. El mundo está lleno de otros hogares. Y no son humanos. ¿Quién eres tú para aniquilarlos? ¿Para destruirlos?

Thoreau es asímismo poeta, apóstol de la Belleza. La belleza del mundo. Un mundo que se despierta con cantos de pájaros, el nadar de los peces, el corretear de los ciervos. ¿Pero cuántos amaneceres quedan así? Al ritmo de destrucción de hoy en día, poquísimos.

Doscientos años más tarde, Antonio Casado da Rocha vuelve a Thoreau, vuelve a Walden, para hacernos reflexionar. Nos trae unos anteojos del pasado para ver bien nuestro presente. Y nos apunta con el dedo, en la misma dirección que el maestro ambulante: «Influye en la calidad del día» o al menos inténtalo. Tu cambio, tu pausa, tu meditación, tu reflexión pueden perpetuar la belleza. Sé hijo de la aurora y retorna al mundo.

 

Artículo de Sílvia Esteve

Una casa en Walden de Antonio Casado da Rocha, editado por Pepitas de Calabaza

Las consecuencias de los petardos y las verbenas

 

Desde Animalados hemos querido recoger las experiencias de la noche de San Juan, y de los días previos y posteriores, de diferentes animales. Pensamos que este sufrimiento y el hecho de poner su vida en peligro es completamente innecesario y anacrónico en los tiempos en los que estamos. La pirotecnia debería estar, al menos, regulada, sino prohibida, dados los riesgos que conlleva, tanto para los animales y los bosques, como para las propias personas. A continuación os ofrecemos los testimonios de quienes lo han sufrido y han querido compartir con nosotros su experiencia.

 

Silvia Serra, Presidenta del SPAM (Sociedad Protectora de Animales de Mataró) nos cuenta que «tanto la noche de San Juan como la Fiesta Mayor de Mataró son una pesadilla para los animales«. En estos días les han llegado 15 perros, de los cuales sólo 4 estaban identificados y han podido volver con sus propietarios. En palabras de Serra «Junio es un momento muy malo para que lleguen animales al refugio, ya que en verano es cuando más abandonos hay y menos adopciones llevan a cabo». Además recalca que la ubicación del refugio al lado mismo de la playa ha hecho que se incrementara exponencialmente el nivel de ruido que deben sufrir los animales.

Desde APAEC (Asociación para la Protección de los Animales Exóticos de Cataluña), Tere Rodríguez nos explicaba cómo habían salido la mañana después de la verbena a buscar animales heridos por los parques, como hacen cada año. De su búqueda por el Parque del Palau Falguera de Sant Feliu de Llobregat recogieron 6 pájaros muertos y 4 de vivos, que llevaron al Centro de Rescate Torrefarrussa. ¿Te imaginas el infierno de fuego y ruido que deben sufrir los pájaros y otros pequeños animales? ¿El pánico que deben pasar al ver cómo se queman sus nidos? Ofrecemos imágenes de uno de los que sobrevivió y de unos árboles de la plaza Massanas en Virrei Amat, Barcelona.

Por su parte Yolanda Van Amesforr, de Gats de Gracia, nos comenta que «los gatos estaban aterrorizados y escondidos. En una de las colonias no comieron en dos días«. Pánico compartido por todos los felinos que viven en colonias cercanas a centros urbanos, como nos decía Magda Giol de Barcelona Gat i Gos. Desde otra colonia, que no han querido revelar su ubicación por miedo a que dañen a sus gatos, nos han enviado estas imágenes. Por suerte ningún gato ha resultado herido, pero de milagro, como podréis ver.

Cuando hemos preguntado a las compañeras de Udols, Asociación para el Bienestar del Perro Urbano, nos han dicho que tenían muchos casos de gente que necesitaba su ayuda como educadoras para intentar hacer más pasables estos días de fiesta. Carmen Llusa, propietaria de Chispa, es una de esas personas que ha necesitado los consejos de Udols. Nos explicaba sobre la perrita que «en casa le pongo un pañuelo en la cabeza y la camiseta anti-ansiedad y así puede ir haciendo. Pero no se separa de nosotros. Puede estar sin hacer pipí desde las 8 de la noche hasta la madrugada. No quiere salir del portal «. El caso de Chispa ya es grave, pero debemos tener en cuenta que hay perros que han quedado paralizados del miedo o han llegado a sufrir un ataque al corazón.

Como ya hemos dicho al principio del artículo, ¿es necesario todo este sufrimiento? Celebrar una fiesta debería ser algo bonito, que no causara daños ni miedo a nadie. Una noche de celebración no debe ser una noche de angustia.

Las cifras también hablan por sí solas cuando preguntamos a los veterinarios. Desde la Clínica Veterinaria Animalia Barcelona, David Pumarola, su director, nos cuenta que en los días previos y la noche de San Juan se han recibido más de cien llamadas relacionadas con el miedo a los petardos. Algunos tuvieron que recurrir a medicación tranquilizante dado el alto nivel de angustia.

Por suerte, hay municipios que han antepuesto el bienestar y la seguridad de todos sus residentes, humanos y animales, y la seguridad del bosque que tienen alrededor, a la consumación de una tradición. En Bigues i Riells han prohibido este año los petardos y las hogueras populares.

Hemos querido preguntar al ayuntamiento cuál es su valoración sobre la medida. Aurora León, de Alcaldía y Protocolo, nos ha dicho que «la reacción de los vecinos ante la prohibición fue, en general, positiva. La gente está muy concienciada con los incendios que sufrió la comarca en 1994 y que afectó directamente a Bigues i Riells. Hace 2 años se conmemoraron los incendios y las riadas del 94 y suponemos que todavía está muy presente. la tarde de la verbena fue tranquila y por la noche se escucharon petardos pero muchos menos que otros años. » Desde Animalados aplaudimos la iniciativa y también hacemos patente que la prohibición ha sido bien aceptada por su población.

Otro San Juan, otras fiestas son posibles. En la época en la que vivimos y en la que disfrutamos de tantas novedades tecnológicas, ¿no sería fantástico poder disfrutar de la luz y el color, sin el fuego ni el ruido, sin el miedo ni el sufrimiento?

 

Silvia Esteve

Foto de portada Maria Lluïsa Gispert

La felicidad de convivir con un gato

 

En primera persona y siendo el protagonista. Así es como Rachel Wells retrata a los gatos, como individuos, con sus sentimientos, necesidades, deseos, miedos, gustos, y, lo más importante, libertad.

Las aventuras de Alfie en busca de una nueva familia nos ofrecen un buen punto de vista hacia nuestros compañeros felinos: convivimos con ellos, no nos pertenecen. Los seres humanos nos hemos empeñado en comportarnos como administradores de sus vidas, teniendo normalmente más en cuenta nuestras necesidades que las suyas.

Así ocurre en el inicio de las aventuras de este felino. Cuando muere su compañera humana, Margaret, Alfie cae en manos de los descendientes de ésta, quienes faltos de todo tipo de empatía, lo tratan como a un objeto más de la herencia. Si nadie puede quedarse con el minino, pués ningún problema, al desguace de animales.

Las calles y las perreras están llenas de Alfies, o en el peor de los casos, quedan encerrados en pisos y olvidados, sin agua ni comida, a la espera agónica, triste y cruel de la muerte. 

Hasta que los animales no sean tratados como seres sintientes y con derechos, hasta que no dejen de ser un «mueble» más, muchos más Alfies pasarán sus últimos días en la calle, en los refugios o morirán en el más duro y lamentable anonimato.

En el libro de Wells, el pequeño felino encontrará no una, sino varias familias que lo acogerán y lo querrán, que descubrirán la impagable y preciosa experiencia que es compartir tu vida con un animal, con un gato. Pero sabiendo que no suele ser así, este libro nos manda un mensaje de amor hacia los gatos de este mundo.

Mensaje que extiendo a todos y todas los que cada día, ya llueva, haga frío, esté oscuro, esté mal visto, corran peligro… alimentan, cuidan, recogen y salvan a los miles y miles de Alfies que siguen vagando por nuestras calles en busca de una familia.

Sabemos a ciencia cierta que los gatos nos curan los corazones. Ya es hora de que seamos los humanos los que curemos los suyos.

 

Silvia Esteve

El gato que curaba corazones, Rachel Wells, Editado por Ediciones Duomo