Illa y nosotros, una familia canihumana

Desde que llegó la Illa somos una familia mixta: canihumana

Illa es la hermana de sangre de la Concha, a quien ya han conocido en esta página. Como ella, es de raza porcelana, traviesa y caprichosa. Comparten también apellido, metafórico, que no familiar, lo que siempre le deberá a su padrino, Toni. Así, la Illa y la Concha son para nosotros ‘Las López’ y han mudado de su naturaleza canina a la dimensión humana.

Se podría decir que en acoger a Illa la salvamos de un viaje al centro de la tierra: de ir a parar al subsuelo de los prados de Bescaran, donde habría terminado porque su dueño sólo encontraba salida a los machos. Lo que no hemos podido salvar han sido, entre otros, nuestro sofá, sillón, un montón de zapatillas y calcetines, apuntes, dos carteras, infinidad de pañuelos de papel, un par de mandos de la tele (quizás ahora tiene la TDT incorporada) … Y lo que más daño me hizo: un superbistec que se jaló en un santiamén un día que me moría de hambre.

Illa López se ha convertido en la princesa de nuestra casa. Sí, sí, sí. Es muy cierto!
Y se lo perdonamos todo porque es muy buena, buenísima, atenta y cariñosa. Cuando hace algo gordo te mira con esa cara de arrepentirse … y tan sólo la podemos regañar y perdonarla al instante.

Eso sí, ya me gustaría a mí tener la vida de perra de la que ella disfruta. Duerme en todas las camas, la del Polo y la de Silke, nuestros hijos, e incluso el mío, cuando yo no estoy. Come como una campeona, sale de paseo al pipican los Jardinets de Industria tres veces al día con su mami adoptiva, Silvia, se ve con amigos y amiguitas, tiene sus ‘chuches’ y sesiones de baño y masaje en la terraza con el buen tiempo.

Corre como una bestia y borda como un lobo … afónico, eso sí. Le encanta el mar y la montaña, donde se va sola a descubrir lugares perdidos y vuelve agotada mientras nosotros perdemos los nervios -no sea que no vuelva-. También le gusta la carne … y el pescado. Incluso, la verdura y la fruta. Con el tiempo, ha aprendido a que le demos los alimentos junto a la mesa, donde se espera quietecita, con las patas delanteras recogidas, como una escultura.

¡Illa Illa Illa ésa es mi perrilla! ‘le cantamos. Ella nos escucha con una oreja gigante, y la otra muy pequeña. Nos dijeron que la tenía arrugada y que se le desplegaría con el tiempo. Pero ese momento nunca ha llegado. ¡Le falta un buen trozo! Lo que tiene bien vivo es el olfato. Pasear con Illa es, parafraseando a Quevedo, como ir con un animal a una nariz pegado. Huele todo, todo, todo!

Ciertamente, la vida nos ha cambiado desde que tenemos a Illa, para mejor. Ahora somos una familia mixta, canihumana. Somos los López-Calvo y ¡estamos encantados de esta transformación!

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