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Los caballos importan

 

Hace mucho tiempo que entré a formar parte de lo que se llama “el mundo del caballo” desde mis inicios formales a los once años en la Escuela de Equitación Tomás, a mi primer caballo a los 14, a mi grupo de 7 caballos en el Real Club de Polo de Barcelona y desde el año 2001 dirigiendo la Asociación Defensa Équidos, primera protectora de caballos de España.

Con gran dolor debo reconocer que pese al amor que profesé a todos mis caballos, ha sido desde el año 1996 que empecé a ser consciente de que todo lo que había vivido era una gran mentira. Voy a intentar explicaros la realidad que he visto desde que abrí los ojos a los hechos, no a las palabras repetidas una y otra vez.

El caballo es uno de los animales más maltratados por el hombre que existe, pese a que es el protagonista de hechos legendarios, mitos, historia y de que la civilización ha viajado sobre sus lomos, el hombre solo ha utilizado al caballo en su propio beneficio, y pese a creernos grandes maestros en el arte de la equitación, tendremos que empezar a asumir, que la equitación es el sistema de someter al caballo a tu voluntad mediante el uso más o menos refinado del dolor como método coercitivo.

El caballo es un animal presa, antes de ser nuestro esclavo, fue nuestro alimento, quizás como subproducto de la caza algunos potrillos fueron apresados y ahí empezó esa larga historia.

Actualmente, en lo que solemos llamar primer mundo, el caballo ha dejado de ser necesario, ni el uso militar, ni el civil como transporte ni el agrario como animal de tiro, parecen tener ya ningún sentido, pero mantenemos al caballo como animal de ocio o deporte.

Y esto representa para el caballo un estado de esclavitud, generalmente premiado tras sus años de servicio, con un paseo guiado al matadero, sea este legal o ilegal.

ADE ©Sílvia Esteve

Os voy a explicar que es un caballo brevemente y en que lo convertimos.

El caballo como he dicho es un animal presa, objetivo de depredadores y por tanto su organismo y su mente están al servicio de la huida como método primordial de supervivencia, por ello también necesita una manada en la que la abundancia de individuos despiste al depredador y ayude a defender a las crías.

También necesita espacios abiertos, donde poder ver al posible depredador y poder huir, los caballos no buscan cuevas ni se refugian en espacios cerrados son claustrofóbicos por naturaleza.

Su principal alimento es la hierba más o menos seca de los ecosistemas esteparios, y por su bajo nivel calórico debe pastar alrededor de 18 horas diarias. Su organismo, para sacar el máximo partido a esta alimentación tiene un estómago muy pequeño y un larguísimo intestino.

Sus cascos, estuches córneos de la última falange, son perfectas adaptaciones a la velocidad. Tienen una palma sensible que les permite adaptarse al terreno con la máxima seguridad, que actúa como amortiguador del impacto en el movimiento y que además debido a estar muy vascularizada ayuda en el impacto de cada pisada contra el suelo a la circulación de retorno, ayudando al corazón y liberándolo de una buena parte del trabajo.

Su mundo es el silencio, los espacios abiertos, la familia y la libertad.

¿Y nosotros qué hacemos con los caballos a los que tanto admiramos?

Lo primero separamos a los potros de sus madres prematuramente, en general sobre los seis meses, cuando más las necesitan y sin tener en cuenta que en el caso de hembras, quizás hubieran permanecido juntas de por vida.

A esos potros en algunos casos se los encierra ya en lugares diminutos, donde a duras penas pueden moverse lo necesario para desarrollar su musculatura.

Lo peor suele llegar cuando empieza su vida “útil”, si es un pura sangre inglés PSI, a los dos años sin haber terminado el desarrollo ya estará compitiendo en carreras de velocidad.

Si es un caballo de doma, salto, raid, empezará a ser “domado” es decir, a enseñarle mediante sistemas mas o menos brutales, que a partir de ahora la única voluntad del “binomio” hombre caballo, será la del hombre.

El caballo aprenderá a dejarse poner un bocado sobre las sensibles encías, que será el máximo instrumento de sumisión al que tendrá que aprender a soportar, pues por ellas, exactamente igual que por las nuestras, pasa el nervio trigémino, que cuando se inflama, a veces por causas naturales como un flemón o por los repetidos golpes del bocado sobre la encía, produce el llamado “dolor del suicida”.

Para librarse de ese dolor lacerante, el caballo abre la boca, intenta pasar la lengua sobre el bocado o la saca por el lado, mientras babea desesperado, pero el hombre tiene respuesta para todo, y los cierrabocas, los filetes de palillos e incluso la amputación de la lengua, pueden hacer desaparecer el problema de nuestra vista.

Después tiene que aprender a soportar nuestro peso. El sistema musculoesquelético del caballo no se creó para llevar a un jinete encima, se creó para soportar el peso de sus órganos internos sobre todo esos larguísimos intestinos y en el caso de las yeguas el potro en el vientre.

Nada que ver con llevar 80 kgs sobre una pequeña parte de su dorso, que naturalmente repercute en huesos y tendones de todo el cuerpo, sobro todo extremidades.

Si apretáis la yema de vuestro dedo índice con el pulgar unos segundos, veréis que instantáneamente se pone de color blanco y el retorno venoso no aparece hasta que levantáis el dedo…. Imaginaros la presión del peso del jinete sobre el dorso del caballo… a los 15 minutos comienza a haber muerte celular por hipoxia, falta de oxígeno, lo que produce picor primero y dolor después, pero si el caballo protesta o intenta deshacerse del jinete, recibirá aún más castigo, y el caballo, intentando sobrevivir aprende la indefensión, puedes hacerle lo que quieras, puede tener una lumbalgia o tortícolis o lo que sea, si se queja, recibirá más fustazos y espuelazos, por lo tanto, mejor seguir adelante.

Y luego viene su vida útil o deportiva, si ha de saltar, se le obligará mediante variados métodos que aunque lo lógico es pasar por el lado del obstáculo, sí o sí ha de pasar por encima y sin tocar las barras, pues cada vez que las toca hay un castigo extra.

No importa el desgaste en huesos y tendones de caer una y otra vez tras el salto sobre las frágiles manos del caballo, no importa su dolor ni lo pronto que empiezan a depender de antiinflamatorios y en el mejor de los casos de quiroterapeutas, el caballo ha de servir para el deporte del salto, y cuando esté totalmente roto e inservible, ya se desharán de él convenientemente.

Otros “deportes” son igualmente dañinos para él, el polo, con la combinación de velocidad punta, tirones de boca, golpes con el taco o incluso con la bocha (pelota), pechadas (empujones obligados de unos caballos a otros), les crea tanto estrés que no es raro que mueran de infarto durante el partido a pesar de que cada caballo solo juega un cuarto de hora y cada jinete necesita cuatro. Se puede ver temblar de miedo y ansiedad a las jacas que están atados esperando su turno.

En la doma clásica y la alta escuela, se intentan reproducir movimientos que el caballo podría realizar esporádicamente en la naturaleza en momentos de gran excitación, pero para ello se le somete a una impulsión constante hacia delante, mediante la espuela y la fusta, mientras que el férreo muro de dolor del bocado dirige ese movimiento hacia arriba.

La búsqueda de la belleza, de un cuello elegantemente arqueado y de esos movimientos que parecen irreales, tienen un precio muy alto para el caballo, que jamás es tenido en cuenta.

Las carreras de trote son otra muestra de lo poco que se tiene en cuenta su bienestar, se obliga al caballo a correr enloquecido, perseguido por un “depredador” del que no puede deshacerse (el carrito) que lo golpea con sus garras (el látigo) pero en el colmo del refinamiento, obligamos al caballo mediante filetes elevadores, (que son bocados unidos a una riendas que mantienen la cabeza del caballo anormalmente elevada) a correr solamente al trote, es decir, a un paso que en la naturaleza raramente utilizan , que es el intermedio entre el paso y el galope. En esa posición no ve lo que tiene delante y se le ponen unas anteojeras para que no vea a los caballos que tiene al lado y que al huir tan despavoridos como él aún le harían redoblar sus intentos de galopar.

Hay muchos otros casos de maltrato aberrante, las competiciones de tiro, en EEUU las carreras de los Tenesse Walking, a los que se amputa el nervio de la cola y se colocan unos pesados zapatos de hierro mucho peores que una herradura normal, para conseguir unos extraños pasos totalmente antinaturales y así en todas las actividades en las que interviene un hombre y un caballo… uno gana y otro pierde… y siempre el mismo.

Y en todos estos casos, el premio a su vida de esclavitud, suele ser, como he dicho un paseo al matadero.

A otros, que quizás por enfermedad o vejez no serían admitidos en un matadero, se les niega el derecho a una muerte mas o menos rápida, y se les abandona… en hípicas, confinados en su box, simplemente dejando de pagar… en cercados en el campo, donde morirán de hambre o dependerán de algún vecino que compadecido les tire unos trozos de pan cada día… en carreteras, donde pueden provocar un accidente o despeñarse por algún acantilado… atados a un árbol en medio de la nada, a donde los llevan de reata y los dejan y encuentras su cadáver atado a la rienda que fue su soga…

Todos estos casos son reales, los hemos vivido durante años, incluso a menudo en centros

ADE ©Sílvia Esteve

hípicos de lujo que encierran en la parte trasera a sus caballos de clase y los dejan morir lejos de la vista de todos…

Cuando salvas a estos caballos, cuando llegas a tiempo de salvar su vida, su alma a menudo está muerta. Su mirada, vacía y opaca nos habla de que su alma ha abandonado ese pobre cuerpo emaciado y seco. Esos caballos, como verdaderos autómatas, suben al camión, bajan, nos siguen, no oponen resistencia, pero no nos miran ni nos ven, indiferentes a las palabras de consuelo, a las caricias… pasan así unos días, unos meses… y un día, mientras les estás poniéndola comida, con las vitaminas, con las zanahorias… un día te miran… y en esa mirada hay luz y hay vida, y eso lo vale todo.

Algunos de ellos, se han ido antes de conseguir traerles de vuelta, escribo esto en memoria de Líbero por ejemplo, un PRE de unos 25 años al que abandonaron atado a una valla…Libero había sufrido tales torturas y vejaciones….solo lo pudimos mantener con vida tres meses, pero no conseguimos hacerle creer de nuevo en la humanidad.

Le habían amputado la cola en vivo, le habían cortado el ano, supongo que intentando quitarle melanomas e incluso le habían hecho una especie de vagina artificial…. Eso ya no supimos con qué fin.

Son porcentualmente muy pocos los caballos que son retirados por sus compasivos propietarios y pueden disfrutar de una vejez digna.

Por eso, suplico desde aquí a todos los que de una manera u otra estáis en la defensa de los animales, que no olvidéis al caballo, que no os deslumbre el oropel y el fasto de los deportes, que no os engañen con películas donde los caballos libres acceden felices a ser esclavizados en carreras, como si el sueño de todo caballo fuera competir en un hipódromo o en una pista o cancha. Mirad sus ojos, mirad esas muecas de dolor cada vez que el vaquero de la película de turno lo hace girar como si fuera una peonza, mirad sus bocas y esos gritos silenciosos….

Devolvamos al caballo su dignidad. Si ha de seguir trabajando para el hombre, por lo menos que se sepa de su estado, que se le otorguen unos mínimos derechos, aunque sean muy pocos en comparación a todo lo que le debemos.

 

Leonor Díaz de Liaño, directora de ADE

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Fotografía de portada ©Sílvia Esteve